miércoles, 3 de junio de 2009

Archivo 011 El Intermediario

Sam Bogard, avanzaba en su coche a toda velocidad en picada por las colinas de Sarris Hill. Mas abajo, una joven se preparaba para comenzar con su caminata diaria. Eran apenas las siete de la mañana, el viento se sentía frió.

Sam, parecía que huía de algo, se notaba así mismo pálido en su retrovisor. Miraba cada cinco segundos por el y se alcanzaba a ver la piel. La maquina de su automóvil rugía de una manera extraordinaria, tanto que forzó a un águila emprender vuelo al resonar el sonido en esa curva. Bajo la ventanilla y regreso la mirada al tablero del coche, tomo un cigarro de la cajetilla doblada que tenia en uno de los compartimentos y se lo coloco en la boca. El plateado delineado del encendedor que se escondía muy vagamente tras la cajetilla reflejo en sus lentes de sol. Lo tomo con sus manos sudorosas y temblantes. El encendedor astutamente se le resbalo entre los dedos y cayo al otro lado del asiento. Acababa de pasar una curva y sabia que el siguiente tramo de camino seria recto así que inclino su cuerpo hasta perderse tras el tablero del coche, su mano brincaba de un lado a otro buscando el encendedor, hasta que lo encontró. Sin darse cuenta, el coche se había cargado un poco a la derecha casi hasta llegar a la orilla y al regresar la mirada al frente del cofre, la mujer le miraba espantada. Sam viro el volante. El coche brinco unos arbustos, paso sobre más maleza, esquivo algunos troncos y siguió cuesta abajo entre terracería, ramas, algunos árboles hasta llegar a un viejo roble derribado.

El impacto le había causado múltiples contusiones en la cabeza a Sam y le había dejado algo atontado. Sentía flujo en la nariz, se toco la frente con la mano derecha y luego la nariz. La sangre le mancho la mano y solo la llevo hasta el asiento continuo para limpiarla. Abrió los fierros retorcidos donde antes habían tenido forma de puerta. – El rechinido zumbo en todo el bosque- Bajo poco a poco del coche, hasta recargarse en el. Había comenzado inclinándose hacia delante, pero no resistió el dolor del estomago -Donde se había golpeado con el volate- y se termino postrando en cuclillas con la espalda en el coche.

Miro hacia dentro del mismo y vio que su cigarro seguía ahí-un poco mas arrugado-. Se esforzó por alcanzarlo mientras un ave soltaba su canto en medio de todo el lugar. El encendedor estaba un poco más lejos pero logro tomarlo. Se coloco el cigarro en la boca y lo encendió. Presionándose el estomago, -pero sin dejar de inhalar el tabaco- se levanto poco a poco. De pronto el radio, - Que había permanecido apagado desde hacia varios años, cuando Sam se había artado de escuchar solo música citadina, la aborrecía, y le había golpeado con tal fuerza y jamás volvió a funcionar- se encendió. No sintonizaba nada, solo había interferencia y parásitos, aunque en ocasiones se escuchaban las voces de algunos locutores pero muy entrecortadamente.

Sam entro al coche y presiono el botón “apagar”. El radio no respondió y siguió con su ostentosa sinfonía incongruente. El estomago le dolía mucho, mas que el golpe en su cara. -aun mas que el golpe de la cabeza que se había dado en uno de los rebotes el techo del coche y que habían arrojado sus lentes hacia el tablero-.

Le molestaba el escucharlo, cada vez se volvía más enloquecedor el sonido. Salió y vio el cofre hecho trizas, era imposible llegar hasta la batería y desconectar los cables. Aunque no planeaba quedarse a vivir ahí-pensó de manera irónica- Quería callar cuanto antes ese sonido para poderse relajar un poco y poder regresar caminado hasta la carretera, que suponía el-y estaba en lo correcto- estaba cuesta arriba.

Un hombre junto a un niño se acercaron de entre la maleza. Sam ni siquiera los había notado.

Amigo, que a pasado?.-pregunto el hombre-
Sam tembló un poco, pues le había asustado escuchar la voz de pronto.
Pues , tuve un accidente que no ve?.- Pensó irónicamente Sam- Pues vera, una mujer salió de la nada y al intentar evitar atropellarla, me salí del camino y vine a dar hasta aquí.
Pero amigo para llegar hasta aquí, realmente tendría usted que haber venido muy rápido.
Pues si, la verdad es que huía de algo.- Contesto Sam ignorándole levemente.-
Perdón!. Mi nombre es Donovan.- replico el hombre extendiéndole la mano- Y el es Yago, mi hijo.
Sam se sintió incomodo por un momento mientras pensaba en que era un nombre muy raro para un niño.

Esta bien, mucho gusto mi nombre es Sam.-Dijo presionándose mas fuerte el estomago casi soltando un pujido y respondiéndole al saludo de manos-
Amigo, necesitas que te ayudemos. Somos de aquí del rumbo, tal vez quieras acompañarnos a nuestra pequeña aldea.
Creo que no tengo de otra o si?- Dijo irónicamente y soltando una pequeña risa burlona-

Los tres caminaron en hilera, Sam iba apoyado en el hombro del hombre aquel. Se le había hecho un poco misterioso. Y Sam nunca había sido de los que confiaba fácilmente en alguien. Pero se sentía mal y por eso había accedido a ser ayudado por aquel extraño, además se sentía mas tranquilo porque le acompañaba un niño. Caminaron alrededor de unos doscientos pasos y llegaron a un pueblo que según el, jamás había notado en el mapa de visitantes en Red Village.

Lo mas seguro es que en este momento te estés preguntando que en donde rayos estas. –Dijo el hombre mientras soltaba una pequeña carcajada.-
Si, en efecto amigo.
Pues veras, todos los que viven aquí son gente exiliada de la sociedad. Gente que aun esta esperando algo más que solo vivir, pero que la oportunidad les fue arrebatada sin su consentimiento.
No entiendo.
Algún día lo entenderás. Pero dime, de que huías allá arriba?
Pues, me creerás tonto, pero sinceramente me da pena decirlo.
Anda amigo, no hay nada que me pueda sorprender, eso te lo puedo asegurar.
Sam titubeó un poco y le contesto.

Estaba estacionado en un mirador allá arriba. En la noche venia de Capital City por la nueva carretera y como no soporte el sueño, llegue hasta ahí y me quede a dormir.

En la mañana, sentí un escalofrió muy fuerte y me desperté, al abrir los ojos, lo primero que vi fue Red Village en la parte mas baja del bosque.
Abrí la puerta y descendí para acercarme a la orilla y observar la vista completa de aquel paraje. Entonces note que algo se movía hacia abajo del barranco aquel, algo entre los árboles y las ramas, primero pensé que seria un conejo o tal vez una ardilla, pero luego las ramas se agitaron mas bruscamente y supuse que era un oso. Luego una figura negra surgió de entre las ramas y me quede observándole. En menos de un minuto, la cosa se había dejado ver por completo. Era como un hombre o mejor dicho, como esos dibujos que hacen sobre la muerte. Tenia la forma de un hombre, pero portaba un a sotana negra que le cubría la cabeza. Se paro justo frente a mí, pero desde abajo. Levanto el rostro y lo que vi fue una calavera. Mi piel se puso de gallina y mis ojos se abrieron tanto que cualquiera pensaría que se saldrían de sus cuencas. Luego pensé que seria algún bromista pero la idea se esfumo cuando la cosa espeso a avanzar hacia mí. Flotaba, no se veían sus pies y se movía a una gran velocidad y sin siquiera notarse agitado. Regrese al auto muy rápido y le di marcha, metí reversa y acelere a toda velocidad. Al mirar por el retrovisor, la cosa estaba para justo en medio de la carretera y avanzo rápido hacia mí. Al dar vuelta en una curva lo perdí y luego paso el accidente.

Vaya amigo. Creo que has tenido un día muy agitado.
Si, creo que si. –Contesto Sam analizando la situación.-

Llegaron por fin con -el que supuso Sam- el que era doctor de la pequeña aldea. Le contaron lo sucedido y rápidamente comenzó a atenderle. Lo recostó sobre una pequeña camilla, vieja y algo oxidada. Le curo la herida de la cabeza y se la vendo. También le checo el resto del cuerpo y después se enfoco un poco mas en su estomago. Le dijo a Sam que se quitara la playera y Sam accedió inmediatamente. Al verse el estomago, no lo podía creer. Tenía una herida bastante grande pero esta no sangraba. El doctor solo lo miro y comenzó a vendársela. Al terminar, Sam le ofreció dinero a el doctor, -quien dijo llamarse Bernard Draft- pero este no quiso aceptárselo. Sam salio impactado por lo que se había visto en el estomago y al salir se lo comento a el hombre que lo había llevado hasta ahí.

El hombre le invito a su casa y continuo la platica. Sam se había quedado mucho tiempo platicando y ambos se habían entendido muy bien, aunque para Sam, el niño se notaba excesivamente serio para su edad y además extrañamente misterioso y fúnebre. Sentía una sensación de miedo y escalofrió cada vez que lo miraba. Sam le pregunto al hombre que le dijera la hora. Pues había prometido estar antes de la una de la tarde en casa donde lo esperaba su esposa Margaret y su hija Jill.

La hora?- Pregunto el hombre- Aquí no tenemos relojes-
Como que no tienen relojes?. Entonces como saben la hora?-Pregunto Sam un poco conmocionado con la respuesta del hombre.-
Pues veras. Aquí no necesitamos el tiempo.
Quieres decir que no se basan en nada para saber que hora es?
No. La verdad es que aquí el tiempo no trascurre.
No entiendo.
Amigo, espero que lo puedas entender. Ahora tú nos perteneces.
A que te refieres?
A que ahora podemos hacer contigo lo que se nos plazca.

Sam se asusto. Sabia que aquello no era un broma porque había notado la seriedad con la que el hombre se había dirigido a el. Así que se levanto del la silla en donde el hombre lo había sentado y camino hacia la puerta.

No intentes huir. Será inútil y solo harás las cosas más difíciles.
Estas loco. La verdad, discúlpame pero me tengo que ir, gracias por tu ayuda fuiste muy amable.
Sam giro la perilla de la puerta y antes de que pudiera salir el hombre tomo su muñeca y la apretó fuerte. Sam sintió como la mano del hombre le quemaba.

Escucha Sam Bogard. Ahora tu perteneces a este lugar te gusto o no.
Sam le miro y después miro al niño, quien se había posado tras el hombre. El niño le miraba con ojos de odio y Sam sintió como el corazón se le aceleraba poco a poco.

Al salir de la casa, Sam noto que de pronto se había vuelto de noche mientras que el hombre desde adentro gritaba -Volverás, se que volverás. Cuando te des cuenta volverás- y soltaba una carcajada profundamente diabólica.

Sam corrió hacia la vereda por la que habían llegado y aunque ya no era tan visible, comenzó a correr en dirección al coche.

Sabia que su única alternativa y forma de salir de aquel bosque fúnebre era el caminar- o en este caso correr- cuesta arriba y llegar a la carretera, no sabía cuanto tiempo había pasado.

Llego al coche y comenzó su caminata ascendente. El tiempo lo traía encima porque sabia que entre mas tardara en llegar hasta arriba, menos posibilidades habría de que alguien le quisiera ayudar.

Sabía que a lo mucho desde el coche a la carretera, eran algunos diez o quince minutos. Los cuales recorría a trote lento. Después de algunos minutos se vio enredado en un montón de niebla espesa, a duras penas si se alcanzaba a ver las manos y las piernas.




De pronto, de entre la neblina se dejo escuchar una voz, era la misma voz del viejo.

Que tal. Como te encuentras Sam?
Quien eres?
Soy yo tu viejo amigo Donovan. El dueño de este limbo.
Que es lo que quieres de mi?. Yo solo quiero llegar a la civilización y atenderme en un hospital. Que es lo que quieres, dime?
Yo de ti. Nada. Nada en lo absoluto. Ya tome lo que me pertenecia.
A que te refieres?.
A que tú ya no perteneces a este mundo. Tu eres parte ahora de los “resignados”.
No entiendo ni una sola palabra de lo que estas diciendo- Dijo Sam gritando al aire y mirando en todas direcciones.-
Hablo de lo que tu mismo me has dicho Sam.

Sam se quedo mirando en todas las direcciones, tratando de entender a lo que se refería La voz del viejo.
Ok. Por lo que veo no eres muy brillante Sam.- dijo la voz sarcásticamente.- me refiero a lo que viste allá arriba. Lo recuerdas?
Y que hay con eso?
Eso mi estimado amigo, era la muerte.
La muerte?-dijo Sam confundido-
Si amigo. Ya era hora de que murieras. Y yo solo soy el encargado de llevarte hasta tu nuevo hogar. El pueblo que visitaste. El hogar de los resignados.

Sam camino algunos pasos cuesta abajo y encontró su coche, se miro a si mismo dentro de el. La imagen le impresiono. Tenia el volante clavado al estomago y su rostro se había estampado en el parabrisas. No quería creer lo que había visto.

Una mañana fue encontrado el cuerpo de Sam Bogard a cuatro kilómetros cuesta abajo en las montañas de Sarris. Karina Renzo, había reportado lo sucedido al emprender su caminata rutinaria cuesta arriba. Dijo a la policía haber visto el rostro del hombre total y completamente desorbitado. Y después de cinco segundos lo vio perderse entre la maleza. El caso fue convertido en un Dead File, ya que según una nota dentro del coche marcaba que Sam Bogard planeaba suicidarse esa misma noche pero al parecer la muerte se lo llevo primero con este trágico accidente. La nota describía que el se desgarraría el rostro para que nadie lo reconociera para luego darse un disparo justo en el vientre. Lo extraño con la nota es que con el impacto su estomago fue penetrado por el volante y su rostro casi desfigurado por el vidrio frontal del coche, casi como el describía su suicidio.

Orlando G.

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