domingo, 6 de marzo de 2011

Archivo 023 El Pasillo

Un frió encrespante se dejaba notar con la espesura de la noche, las luces citadinas iluminaban como un astro nocturno dejando poco espacio a las sombras que a tientas se arrastraban a los rincones donde las personas como Federico hacían uso de ellas para delinquir. El sonido constante como el de un chistido seguido de un golpeteo metálico lo acompañaban aquella noche, “GATO” podía leerse en su garabateado dibujo que plasmaba en la pared con aerosol barato, de repente un vaivén de luces rojas y azules dibujaron su silueta, Federico sabía lo que aquello significaba, así que en menos de un parpadeo dejo caer la lata y comenzó su desenfrenada huida, el policía le indicaba que se detuviera mientras lo seguía, pero en lugar de eso siguió corriendo hasta doblar en la primera esquina, unos cuantos botes de basura, un muro de contención y una malla ciclónica le hacían parecer que aquel apodo no podía ser de otro, con la agilidad de un gato después de estos obstáculos brinco lo suficientemente alto como para alcanzar el filo de una barda de casi tres metros, sintió como en la punta de sus dedos se enterraban parte la de la rebaba filosa que queda por la mezcla y los blocks, aun así se jalo así mismo hacia arriba y de un solo impulso se paro sobre el techo de aquella casa, dio media vuelta solo para ver al gordo policía aun luchando por atravesar la avenida atorado en el muro de contención, le grito una vez más que se detuviera pero Federico sonrió y siguió tranquilamente su camino hasta llegar al otro extremo de la casa, se puso en cuclillas y se quedo viendo hacia abajo, como intentando calcular la fuerza al impactar, también vio que cerca había un árbol por el cual se le hizo más fácil descender. Ya abajo, se puso la capucha de su sudadera y metió las manos a los bolsillos, camino de manera tranquila intentado disimular por la acera de aquella calle oscura, el bao que se desprendía de su boca le indicaba lo mucho que había descendido la temperatura y aun intentando mantenerse en la sombras, usaba los pantalones flojos y unos tenis anchos como de patinador, aquel vago se la vivía así, pintarrajeando paredes marcando lugares, ese era su estilo de vida, que parecía fácil pero no lo era, tenia que cuidarse de los demás, de pandillas enteras de vagos, de la policía y a veces de si mismo. Se quedo viendo una “firma” sobre la pared de lo que parecía una bodega, “Esquineros” decía en letras cruzadas de colores vistosos y de un tamaño bastante considerable, sabía que eso no era para nada bueno, pues significaba haber entrado al territorio del enemigo y que en cualquier momento lo podían descubrir, no podía volver atrás por la patrulla que aun lo seguía, más sin embargo no podía seguir adelante porque lo machacarían a pedradas y palos o quizás con algo peor, pues en las últimas batallas campales en que había participado habían llegado incluso al uso de armas blancas, cualquiera podía cargar una navaja, incluso él, pero no estaba en posición de retar a una veintena de individuos. Escucho a lo lejos la sirena en forma de claxon, también logro ver de nuevo el vaivén de las luces rojas y azules, se asomo hasta el medio de la calle y vio a la camioneta dar vuelta en su dirección, siguió caminando con la cabeza gacha pero apretando el paso un poco mas para intentar llegar al final de la calle, pero un montón de adolescentes se encontraban tirados sobre la banqueta, al verlo muchos se pusieron alerta, otros tantos seguían inhalando el dulce olor de la droga barata, una botella de resistol -¡Es el gato!- grito uno de ellos al tiempo que se levantaba, Federico detuvo su acelerada marcha y se quedo a la expectativa de lo que hicieran el resto de los vagos, de pronto se levantaron todos y comenzaron a correr hacia él, Federico corrió tratando de que no lo alcanzaran, la patrulla que aun continuaba a vuelta de rueda al principio de la calle alcanzo a ver el movimiento de la pandilla que se encontraban armándose de piedras para lanzarlas contra Federico, el motor rugió y los jóvenes corrieron, algunos a escabullirse y otros tantos a seguir atacando a Federico que como pudo subió a el techo de una camioneta tipo suburban y de ahí se lanzo a la trompa de un tráiler, subió por el capacete y luego salto hasta la caja, el resto de los vagos le aventaban lo que encontraban importándoles poco que la patrulla estaba más cerca de ellos, Federico llego hasta el final de la caja, la cual se encontraba contra una reja que delimitaba la calle con un lote baldío  y sin pensarlo salto desde esa altura, cayo raspándose las piernas y los brazos, además de torcerse uno de los tobillos, pero estaba a salvo, al menos por el momento, algunos de los vagos lo habían seguido hasta topar con la reja y lo seguían amenazando, gritándole groserías y aventando las pocas piedras que portaban en las manos, los agentes llegaron hasta ahí y Federico pudo ver como muchos de ellos iban a dar al suelo por los mismos agentes. Federico se levanto cojeando un poco por su tobillo y se dispuso a perderse entre la maleza de aquel baldío.
Pensó que aquel lugar era pequeño, pero no era así, a su derecha podía ver una de las orillas que también estaba cercada y daba justo a avenida Morones Prieto en la cual los coches no andaban sino volaban, ya que el límite permitido era de ochenta por hora, más sin embargo casi nadie lo respetaba, al frente de él solo veía más monte y a su izquierda no veía absolutamente nada, no sabía qué hacer, pues brincar la reja que alcanzaba a ver implicaba correr y con el tobillo lesionado quizá no llegaría ni al segundo carril antes de ser aplastado por un camión pesado o simplemente atropellado por alguno de los coches, siguió en dirección al monte, pero al llegar a una loma mas alta se dio cuenta que le llevaban de todas formas a la reja que limitaba con la avenida y aunque eso le reducía las posibilidades de escapar, al menos se sentía tranquilo por no ser perseguido. Federico regreso entonces por donde había venido y luego torció un poco el camino para adentrarse a la espesura de la mancha negra que tenia frente a él, sabia perfectamente que no tenia otra opción pero pensaba en los montones de musarañas que podía encontrarse en la maleza seca que tenia bajo su cintura. Camino cojeando un poco para llegar hasta lo que parecía la mitad de su camino, pues a lo lejos podía ver una luz, que aparentaba estar en lo alto del marco de una puerta, el dolor en su pie había estado aumentando y cada vez que le pulsaba el tobillo la cabeza le retumbaba, se preguntaba una y otra vez como era que había terminado ahí, saltándose la parte en la que la policía había comenzado aquella frenética persecución, recordó para si, que no hacia mas de una hora, estaba placidamente sentado al filo de la banqueta justo a una cuadra de su casa, se había quedado ahí, para convivir un poco con el montón de vagos que se habían jurado ser amigos fieles, aunque siendo sincero con él mismo no le parecía que lo fueran realmente, pues siempre terminaban peleando, golpeándose unos a otros al final de la noche y a veces por algo tan insignificante, entonces una chispa salto en la mente de Federico, la droga era lo que había hecho que él terminara ahí, cuando su mente le regreso los recuerdos de él mismo inhalando sus polvos mágicos, inhalando tan duro como podía un montón de anfetas machacadas, metió la mano a su bolsillo y la encontró, un gramo, conocido en el bajo mundo como “una grapa”, venia en una pequeña bolsita de color fosforescente el cual le provoco al verla una ansiedad nerviosa por abrirla y metérsela lo mas rápido posible, sus manos le temblaban, como le tiemblan a un fumador compulsivo y el cerebro le liberaba espasmódicamente endorfina que se esparcía por toda su cabeza dándole una sensación de placer, continuo su camino hasta llegar a donde estaba la luz, lamentablemente era una pared la que lo dividía de esta, la pared media por lo menos dos metros, lo cual en cualquier ocasión le habría venido como un niño le viene la tabla del uno, pero ahora era complicado, aun así logro subirse y dejándose caer de espalda hacia el otro lado consiguió su objetivo, seguir oculto de la policía.

Federico cayo de espalda, tenia experiencia cayendo de distintas alturas, se adoleció y luego se reincorporo recargándose en la pared, sin levantarse observo que frente a él había un largo pasillo donde solo había tres focos luminosos intercalados, sin contar el que estaba sobre su cabeza, que le daba una idea de lo largo que era, abrió la bolsita y con el dedo índice levanto un poco de polvo, se lo introdujo y después un poco mas por la otra fosa nasal, sintió de nuevo esa sensación de placer, tardaba un poco en hacer efecto pero siempre daba resultados, al menos hacia que olvidara todo lo que le dolía, incluso lo que no era físico, como el hecho de que su madre fuera una prostituta y llegara a casa siempre con algún hombre ebria y gritando estupideces. Dejo caer su cabeza hacia atrás, topando inmediatamente con la pared y retumbando del golpe -Federico- le susurro una voz, a lo cual regreso la mirada al frente del pasillo y se quedo mudo, no había nada frente a él, solo la oscuridad al final que se agrandaba cada vez que el ultimo foco en la fila titilaba y se apagaba por completo -Federico- lo escucho nuevamente, miro a todos lados, incluso hacia la pared por donde había entrado y nada, de pronto la luz del fondo se apago tardando un poco mas de lo que tardaba en encender y al regresar una persona estaba para ahí, justo debajo de la luminaria que insistía en titilar -¿Qué tal te sientes Federico?- sobre saltado se puso en pie y llevo la mano al pantalón para buscar su navaja -¿Quién eres?- pregunto en un tono de furia -No tiene caso que te diga quien soy, no me conoces, pero yo a ti si y muy bien gato- Federico saco la navaja poco a poco desde su bolsillo trasero -Pues si no me dices quien eres y si dices que no te conozco, no creo tener problema si te pico con mi navaja ¿cierto? Ojos que no ven…- la navaja brillo reflejando el foco que tenia sobre su cabeza -Quizás debas intentarlo gato, pero no creo que consigas nada- Federico camino un poco hacia él y la luz volvió apagarse, cuando ésta regreso, él hombre ya no estaba -No te escondas, vuelve maldito marica- pero el hombre ya no contesto, el corazón de Federico había estado latiendo acelerado, dándole golpeteos en el pecho mientras que las manos le temblaban por la ira que sentía en el estomago -¡Jodete pendejó! ¿Piensas que iré a buscarte a las sombras?- grito sobresaltado esperando una respuesta, pero nada, el lugar seguía completamente en silencio. Pasaron algunos diez minutos, la droga comenzaba a tener sus efectos mas intensos, la imagen del pasillo se duplicaba ante la vista de Federico, veía como todo se movía de su lugar y el sentido del oído se había potencializado, podía escuchar una gota de agua caer en un balde y hacer eco, la escuchaba una y otra vez, en un principio parecía chistoso, luego comenzó a desesperarle hasta finalmente irritarlo, al grado de llevarse ambas manos a los oídos -¡Para, para ahora!- gritaba apretando los ojos en aquel rincón. -¿Parar?, la fiesta va comenzando Federico- escucho de nuevo la voz y sin pensarlo tomo la navaja del suelo, pero al abrir los ojos se dio cuenta de que estaba en otro lugar, en un cuarto con una media luz azul y con música electrónica al fondo, frente a él un hombre le extendía la mano, Oscar o él flaco, como lo conocía todo el mundo por su colonia, un vago que era capaz de conseguir cualquier tipo de droga -Pásale carnal, aquí hay de todo, mota, anfetas, tachas, lo que me pidas, tu solo tómalo y disfruta de la buena vida hermano- le dijo el hombre con un dejo de irresponsabilidad escurriéndole por la boca, Federico se levanto apretando los ojos y luego tallándoselos para comprobarse a si mismo que lo que estaba viendo era real, camino cojeando hasta una mesa, había cerveza tirada y unas cuantas botellas en el suelo, una olla de palomitas y frituras variadas, algunas jeringas unas pastillas y otro tanto de aquella porquería, camino por toda la habitación pero no encontró a nadie, busco en lo que parecía la casa de su amigo, pero nada, ni una sola alma, ni siquiera el flaco, de pronto la música paro y las luces se apagaron por completo, Federico que se había quedado en medio del cuarto no supo que hacer, se quedo ahí parado, escuchando, a lo lejos podía oír a un montón de grillos entonar su conocida melodía, de pronto la luz regreso y las paredes mostraban pintarrajeadas en colores fluorescentes, ASESINO, Federico sintió como su sangre se helaba y salio despavorido huyendo por la puerta principal y ya afuera solo volteo para ver que se tratara realmente de la casa de su amigo, pero al regresar la mirada al frente se dio cuenta que estaba de nuevo dentro de la casa -¡Maldita sea! ¿Estoy soñando o que?- grito en medio de la habitación -No lo se, dímelo tu, asesino- se escucho la voz, la misma del hombre en el pasillo -¿asesino, lo dices por el vago ese del Rodolfo?- Le contesto enojado –No lo se, eso dímelo tu ¿Crees que sea por el?- la voz contesto hablando con ironía -Pero si ese vato era lo que se merecía, por no ser mas que un simple perro, mendigando siempre todo de todos, además el fue quien me quiso matar a mi, ¡pero no contaba con que era mas ágil que él!- la voz no le respondió, Federico comenzó a percibir un aroma a hierba, como a sácate mojado, sintiendo como su cara se refrescaba y le daba la sensación de piquetes en el rostro.

De pronto despertó, estaba aun tirado en aquel rincón, se había quedad dormido y no se había dado cuenta que había comenzado a llover, en el cielo no se dibujaba ni una sola estrella -Lo que me faltaba- pensó para si, intentando ponerse de pie, cuando miro al pasillo se dio cuenta que la ultima luz se había fundido por completo -Que extraño sueño, supongo que es mi conciencia- se dijo mientras miraba un tatuaje en su piel, lo había colocado días después de que hubiera salido de la correccional de menores, cumpliendo su condena se cinco años por asesinato, lo habían encontrado culpable de matar a su amigo Rodolfo, pero al ser menor de edad no se le pudo encerrar por mas tiempo y salio apenas cumpliendo sus diecisiete, ahora una cruz con espinas le recordaban lo que no se debía de hacer. La lluvia arrecio y Federico camino cojeando hacia lo oscuridad del pasillo, adentrándose entre las penumbras algunos quince metros, de pronto escucho un ruido, eran unas cadenas arrastrándose, se detuvo, pero el sonido continuo para después escuchar como si estuviesen poniéndolas sobre algo metálico, pensó que se trataba de algún velador del lugar donde había ido a parar y que quizás solo estuviese asegurando el lugar, bajo un pequeño techo y desde la espesa oscuridad donde estaba podía ver una puerta contorneada por una luz blanca -Tengo que salir de aquí- se dijo en murmuro y sintiendo piquetes en el tobillo, una silueta camino despreocupadamente en dirección a la puerta, Federico dio dos pasos hacia delante topando con algo metálico, una cubeta para ser exactos, la cual salio botando, derribando consigo algunas escobas y trapeadores, lo supo porque escucho claro el golpe de los palos contra el suelo, tras el escándalo, la silueta que había conseguido llegar hasta la puerta, se detuvo, de pronto una luz pequeña emanaba de alguna de sus manos, apuntando amenazante hacia donde estaba Federico -¿Quien anda ahí?- dijo una voz ronca, Federico que había continuado moviéndose hacia delante esquivo el rayo de luz sin ningún problema, mientras que el hombre aluzaba el balde aun dando vueltas -¡No me obliguen a ir ahí!- dijo el hombre moviéndose un poco hacia delante, Federico se quedo quieto y recargado a una pared que había encontrado a tientas, el hombre siguió avanzando hasta llegar ahí, primero aluzando solo el balde después comenzó a disparar su rayo de luz en todas direcciones, como escaneando el lugar y aunque Federico se había comenzado a desplazar poco a poco pegado a la pared, sentía ese temor de ser sorprendido en cualquier momento, de pronto se escucho un ruido fuerte y la luz se dirigió hacia aquel lugar, un gato negro había tirado un bote de basura, de esos grandes de plástico, maulló y al sentirse amenazado por la luz dio un brinco sobre el bote derribado y desapareció tras la oscuridad -Malditos animales, me mataran de un infarto un día de estos- dijo el hombre apagando su linterna y regresando en dirección a la puerta, empapado por completo, Federico contuvo la respiración lo mas que pudo, esperando a que aquel hombre desapareciera tras la puerta y después sintió un alivio. Habían pasado cerca de cinco minutos, Federico aun continuaba ahí parado, esperando que aquel hombre no diera señal de regresar de nuevo, y justo cuando se armo de valor para continuar con su escape escucho de nuevo un susurro en el viento –Federico- volvió la misma voz insistente haciendo que volviera la vista hacia el pasillo, y ahí, bajo la luminaria donde había ido a caer, justo ahí, esta el hombre que antes lo había llamado –¿Estas seguro de haber despertado?- le dijo el hombre que se encontraba con el hombro en la pared y con los brazos entre cruzados, lo que llamo mas la atención de Federico, fue el hecho de no poder ver su rostro a pesar de que este se encontraba completamente iluminado -¿Quién eres?- pregunto Federico volteando completamente el cuerpo en aquella dirección -De nuevo esa pregunta, ¿es todo lo que puedes decirle a tu conciencia?, mírate las manos- le dijo el hombre, a lo que Federico reacciono elevando ambas manos hasta la altura de su rostro, al verlas sentía humedad recorriéndole hasta perderse entre sus brazos, por lo denso de la noche y la lluvia, no podía distinguir de lo que se trataba, como un sonámbulo camino hasta donde se encontraba el primer faro y entonces pudo distinguir, por entre los dedos le escurría sangre, se llevo ambas manos al pantalón y las tallo contra el -¿Qué es esto, de donde ha salido esa sangre?- le pregunto temblándole la voz -Eso deberías saberlo tu Gato- le dijo el hombre justo antes de desparecer ante su vista, de pronto la segunda luz se apago dejándolo de nuevo en la penumbras y con la lluvia cayéndole con toda su fuera en la cabeza, el corazón le latía golpeteándole en pecho –Esto esta jodiamente mal, tengo que dejar esta mugre- dijo aventando la pequeña bolsita que aun traía guardada en el pantalón, se coloco de nuevo la capucha de su sudadera y regreso cojeando hasta encontrarse con el portón metálico, supo entonces que su teoría de la cadena era cierta al verla deteniendo el portón con un candado, intento treparse, pero no hallaba por donde además su tobillo cada vez le dolía mas, pensó en entrar y robarle las llaves al velador concluyendo en que seria muy arriesgado, se tiro al suelo e intento pasar por debajo de este, pero era muy angosto, aun así, pudo ver que tras aquella puerta metálica se encontraba un callejón que lucia solo, todo a excepción de una mujer que desplazaba lentamente en dirección a donde el estaba, su silueta se movía contoneantemente y el se quedo perplejo ante su figura dibujada por las sombras, cuando la mujer se acerco lo suficiente a la luminaria de la calle hizo que de un respingo, Federico regresara temeroso hasta el interior del pasillo, pues la mujer lucia un vestido de novia y un velo negro le tapaba el rostro, pensó de inmediato en un viejo programa de televisión que veía cuando era niño, en este programa siempre salía una mujer vestida de esa forma representando a la muerte y esto le hizo retroceder a toda prisa –Maldita sea, tengo que salir de aquí- Se dijo buscando la forma de trepar de nuevo por la pared por la que había entrado, tras de él, el ultimo foco se apago dejándolo solo bajo aquella luminaria –Federico, ¿no recuerdas nada?- le volvió a decir aquella voz que comenzaba ya a infundir miedo solo con escucharla -No se de que diablos me estas hablando, dime lo que quieres, dímelo- le dijo Federico arrinconado y poniéndose en cuclillas, soltando un llanto que le hacia sentirse débil, frágil -¿lo que quiero, dices?- Federico había metido la cabeza entre las rodillas y se tapaba los oídos, apretaba los ojos y sentía las lagrimas recorriéndole el rostro en conjunto con las gotas de agua, imágenes intermitentes volvía a su cabeza, se veía a si mismo, frente aun espejo pequeño, viéndose el rostro, la barba le lucia crecida y sangre le salía del interior de sus fosas nasales, los ojos los tenia desorbitados, después otra imagen mas, se veía a si mismo pintarrajeando la pared justo antes de huir de la policía, se veía a si mismo golpeando a un hombre y sentía en la nariz ese olor a sangre, después a su madre entrando con un hombre a su casa y las golpizas que le había dado uno de tantos que su madre había llevado, se veía inhalando coca y fumando hierba, se veía triste, se veía seco del cuerpo con los huesos casi a punto de reventarle la capa de piel, de pronto escenas sexuales pasaban por su mente, veía mujeres con las que las había tenido, después el rostro de una niña y entonces salio de su transe -¿Qué he hecho?- se pregunto a si mismo, la lluvia golpeaba el suelo y de entre las sombras se levanto algo, una silueta monstruosa, como las de un demonio, parándose frente a él, no podía dejar de temblar y el foco sobre su cabeza comenzó a titilar para después desvanecerse y dejándolo en la completa penumbra un gruñido y un grito, fue lo ultimo que se escucho.

La mañana del 14 de marzo, un hombre de aspecto pandillero fue encontrado muerto por un el vigilante en turno de una fabrica, el cual dijo haber escuchado ruidos durante la noche, la policía llego al lugar de los hecho y al ver el cuerpo lo identificaron como Federico Aranda, un vago que era conocido en el bajo mundo como el gato y que era buscado por atentar en contra de una menor de edad, violándola y matándola presuntamente bajo los influjos de una droga, aparentemente aquel hombre abría muerto de una sobredosis, pero al revisar el cuerpo le descubrieron en la espalda marcas como de una mordedura de un animal aun no identificado, en los exámenes médicos se encontró que había muerto de un paro cardiaco, lo extraño era que en su interior los órganos estaban en completo desorden, pero no había marca de alguna cirugía presente, algunas personas dicen que aquel lugar donde fue encontrado el hombre era lugar de rituales satánicos propagado por una pandilla del lugar, pero al llegar aquella fabrica aquella situación se había disipado. El caso fue declarado como muerte por sobredosis, pero un mes más tarde fue encontrado un hombre muerto en el mismo lugar y con las mismas características, al intervenir el misticismo el caso fue mandado a los archivos muertos.

Orlando G.

3 comentarios:

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