sábado, 12 de diciembre de 2009

Archivo 018 Pacto

La dejo triste y sola, la verdad no sabía lo que hacía cuando tomo su chaqueta nueva de mezclilla y las llaves del coche. Salió enfurecido y bufando estupideces por doquier, abrió la puerta del copiloto de su camioneta y tomo una pequeña hielera azul y la coloco en la caja, también tomo un sombrero vaquero y se lo puso, rodeo la camioneta y arranco dejando la marca en el suelo de grava que rodeaba la pequeña casa. Andrés era un ranchero de los de antes, machista hasta los huesos y no le parecía en nada bien que su esposa Katia anduviese merodeando entre sus cosas. Sabía perfectamente lo que escondía y no quería que ni ella ni la pequeña Emily, su hija de cinco años, lo descubrieran.

El motor rugía como demonio, en la carretera las hojas secas por la llegada del otoño se levantaban en un vuelo estrepitoso. La mañana era fresca y Andrés se le antojaba para fumarse un cigarro y calmar los nervios. En realidad no sabía qué hacer, estaba demasiado molesto y solo quería alejarse un poco para aclarar su mente. Llego a una gasolinera que quedaba sobre aquella carretera desolada.

Fernando, decía en la etiqueta que portaba orgullosamente el que atendía el negocio. -¿Que tal Andrés? Un mal día amigo?- Andrés no contesto y se siguió derecho hasta donde estaban los refrigeradores, tomo un six-pack de cervezas y noto que habían cambiado algunas cosas dentro de la tienda, simplemente las habían ordenado de una manera distinta. Camino hasta el mostrador retumbando con el taconeo de sus botas piteadas y con voz áspera le pidió a Fernando dos cajetillas de Marlboro rojo y una botella de whisky, aviso que llenaría el tanque de la gasolina el mismo. Pago en efectivo, y salió directo a depositar las cervezas en la hielera, la tomo y la puso de nuevo en el asiento delantero. Después de llenar el tanque, arranco retomando la dirección que llevaba, al cabo de unos quince minutos dio vuelta en un camino pedregoso y siguió derecho hasta llegar a un molino viejo y abandonado. Sabía que lo que hacía no era bueno, pero cuando se sentía mal o enojado siempre iba a embriagarse a aquel lugar.

Paro su camioneta a pocos metros del molino, camino un poco hasta llegar a lo que en algún momento fue un escenario de rodeo y se recargo en el. Encendió un cigarro y abrió la cerveza que traía en la mano. Andrés era un bebedor compulsivo y sabía de antemano que no le resultaba nada bueno de aquel vicio tan caro, pero aun así lo hacía. Después de aquel incidente de hacia algunos años, había decidido dejar de beber, pero la situación se había estado tornando demasiado critica en los últimos días y era por eso que había dejado a los alcohólicos anónimos y ahora todo el tiempo estaba irritable y por lo tanto tomaba cualquier excusa para embriagarse. El día paso volando, y de pronto el manto estelar cubría su embriagada cabeza. Su respiración se hacía más marcada y la sentía muy caliente, además sentía ese mareo ya tan conocido para él y el resto de sus compañeros en la “doble A”.

El viento se soltó un poco, apenas si se movían las hojas de copa de los árboles que había alrededor, el ambiente era fúnebre ya que no había más luz, más que la de la luna. –ese maldito foco gigante aun no deja de observarme- decía entrecortadamente Andrés tirado en el piso y con la espalda recargada en la camioneta, mientras bebía más de la botella de whisky. – ¡Algún día me las vas a paga estúpida luna! ¡Tu eres quien provoca que salga de entre las penumbras!-. Aun no terminaba de gritárselo al cielo cuando una voz interrumpió. – A quien le gritas, Andy?-. Andrés abrió los ojos completamente, tanto que podía pensarse que se le saldrían de las cuencas. Era una mujer, delgada, no muy alta y de cabello castaño hasta la cintura. Sus ojos brillaban azules a la luz de la luna y la acompañaba un vestido blanco hasta la mitad de la pierna. Andrés se levanto rápidamente pero sin despegarse de la camioneta. – ¡Que es lo que quieres de mi!, ¿Porque no me dejas en paz?-. Yo no te he traído aquí, tú vienes por tu propio gusto.

La mujer miro el molino y regreso la mirada a Andrés. –Andy, no te rindas ahora mi amor, falta muy poco para que completes tu tarea, ya solo falta que me entregues una sola cosa más-. La mujer miraba con ojos de ternura a Andrés, pero él sabía lo que era por dentro, sabía que era lo que quería y también sabía que jamás podría entregárselo. – ¡Déjame en paz!, busca a otro que te ayude, yo ya no puedo mas- Dijo Andrés. La mujer agacho la mirada y parte de su cabello le cubría el rostro. – ¿Lo vas a hacer tu o lo hago yo?- Dijo la mujer. – Escucha, yo ya no puedo más. Estoy agotado y ebrio- Replico Andrés tomándose el cabello con la mano izquierda. – Pero Andy tú me prometiste que lo harías, me dijiste que lo harías por mi.- Andrés bajo la mano hasta el nivel de su boca y la sostuvo ahí, sus ojos se abrieron grande nuevamente y su mirada se perdió en algún lugar del piso pedregoso. – Escucha mujer, yo estaba ebrio, había discutido con Katia y solo buscaba quien me complaciera aquella noche, llegue aquí y saliste de la nada.- La mujer se acerco a Andrés tambaleándose y le acaricio la cabeza. – Pobre de ti, pero no lo puedes evitar, te has vuelto vulnerable a tu entorno, lo siento pero tendré que hacer las cosas por mi propia mano.- y se dio media vuelta y se perdió entre las sombras.

Andrés reacciono, la mujer ya no estaba. Apurado saco las llaves de su camioneta y encendió rápido el motor. Salió dejando marcas entre las piedras. Llego a la carretera y se enfilo rumbo a su casa. A pocos metros, Sandra Lombardi estaba sentada en su patrulla escuchando el radio comunicador y leyendo la tercera página del periódico vespertino. Cuando de pronto escucho interferencia en la radio. Sandra dejo el periódico de lado y dio dos golpecitos al aparato. – Malditos cacharros, nunca sintonizan bien.- Aun no terminaba la frase cuando escucho el motor rugiente que manejaba Andrés a toda velocidad. Sandra levanto la cabeza y encendió rápido las sirenas. Arranco el coche y comenzó la persecución de la camioneta. Al irse acercando identifico rápidamente las placas. – ¡Andrés Torres, tenía que ser!, ¿que acaso los borrachos nunca entienden?- Sandra lo decía porque a ella le había tocado detener a Andrés en varias ocasiones, por lo regular estaba en estado inconveniente para manejar o lo que es lo mismo cayéndose de ebrio. Incluso ella había estado el día del famoso incidente. Todo mundo se había enterado de que Andrés Torres fue hallado tirado a un costado de la carretera, completamente ebrio y desnudo, la camioneta estaba bañada en sangre y estampada en uno de los árboles que adornan el panorama. Cuando por fin hicieron los análisis de la sangre descubrieron que lo que Andrés alegaba era verdad, pues se había salido un “poco” del camino y había matado a un ciervo y de la impresión había terminado estampándose con el árbol. A lo que nunca pudo dar explicación fue al porque se encontraba desnudo. Pero ahora eso era solo historia y no tenía importancia, Sandra solamente quería evitar que volviera a ocurrir.

La sirena sonaba tras Andrés, pero solo se limitaba a mirarla por el retrovisor, y más aceleraba el motor de la camioneta. – ¡Tengo que llegar, tengo que llegar! ¿Pero cómo me voy a librar de esta maldita patrulla?- De pronto le surgió un idea, sabía que su camioneta podía andar por donde quisiese, todo era cuestión de encontrar la ruta perfecta. Paso la gasolinera donde aun se encontraba Fernando con una paleta en la boca y escuchando en sus audífonos “nothing else matters”, cuando vio pasar la camioneta a toda velocidad. En ese momento Andrés dio una vuelta brusca, internándose en el bosque, brinco una o dos montones de tierra y aplasto algunos matorrales, alternamente sobre la carretera la patrulla seguía dando con fuerza. Hasta que por fin Andrés dejo de ver las luces rojas y azules.

-¡Rayos, maldito ebrio de mierda, lo ha hecho otra vez!- Sandra estaba furiosa, pero sabía perfectamente que lo encontraría en casa, y aunque no saliera pediría que algún refuerzo llegara con una buena orden de cateo y sacarlo a regañadientes de ahí. Esta sería la última vez, esta vez romperían su carné de conducir y lo encerrarían por lo menos una semana. Sandra siguió el camino a casa de Andrés.

Andrés por su parte se había extraviado, pero sabía que de algún modo podía llegar rápido a casa. Solo una vez se había internado en el bosque, había sido ya hacia dos veranos, en temporada de caza. Había estado conduciendo sin un camino fijo, solo esquivando árboles y pisoteando matorrales, cuando de pronto vio una pequeña laguna que había visto en aquella ocasión. Sabía que de ahí encontraría la ruta para llegar rápido a casa.

Al llegar, se bajo de la camioneta dejando las luces encendidas y la puerta abierta, comenzó a gritar el nombre de su esposa mientras se enfilaba rumbo a la puerta de la casa. Cuando por fin entro noto que todo estaba intacto, solo había que subir a ver que todo estuviera como debía estar. Paso a la cocina y tomo un cuchillo que estaba sobre la mesa. Rápido subió las escaleras y al llegar arriba comenzó a caminar despacio, tratando de evitar hacer algún ruido fuerte. Recargo su espalda contra la pared y se deslizo de esta manera hasta llegar a su cuarto. La puerta estaba entreabierta y con la mano comenzó a empujarla poco a poco. Cuando logro abrirla por completo entro sigilosamente y lo que vio lo hizo casi perder el control y comenzar a gritar. Su esposa estaba acostada boca arriba, con el estomago totalmente abierto y sus viseras derramándose por un costado de la cama. Andrés se llevo la mano a la boca y se acerco poco a poco, miro a su mujer con lágrimas en los ojos, sello del sufrimiento por la forma en que había sido asesinada. – ¿Po.....porque?....- Dijo su esposa en un último aliento. Andrés dio un brinco de la impresión y sintió los pies helados. Cerro con su mano los ojos de su esposa y salió de la habitación cerrando la puerta tras de él y recargándose en la misma. De pronto se le vino a la mente la imagen de su hija y miro hacia su habitación, repitió sus movimientos solo que esta vez el cuarto tenia la puerta cerrada. Entro y no encontró nada. Se escuchaba a lo lejos la sirena de la policía y rápido bajo al primer piso. Salió por la puerta de atrás y se quedo ahí parado.

Sandra patino las llantas del coche y miro que la camioneta estaba ahí y antes de descender de la unidad tomo el micrófono del radio. –Adelante base, habla el agente Lombardi.- Adelante, agente. – Si base, necesito refuerzos, intente detener a conductor ebrio y se dio a la fuga, ahora mismo estoy en su casa y puede ser peligroso- Agente ¿cuál es su ubicación? Estoy sobre la 48, repito, sobre la 48 es la casa de los Torres Farfán- Tres unidades van para allá agente, manténgase al margen, cambio- Entendido, cambio y fuera-.

Sandra quito el seguro a su arma y bajo del coche. Camino sigilosamente hasta llegar a la camioneta para verificar que no estuviera aun ahí. Y fue cuando vio la puerta de la casa abierta de par en par. Entro en la casa y saco el arma. Comenzó a inspeccionar con su lámpara, pues las luces estaban apagadas y no quería encenderlas. Subió a las escaleras hasta llegar a la habitación.

En ese momento, Andrés escucho el rechinido de las llantas y se quedo congelado. Cuando se armo de valor rodeo la casa y vio justo el momento en el que la agente Sandra entraba en su casa. Corrió rápido hacia el granero que quedaba justo atrás de su camioneta. Entro en él y escucho una vocecita. Miro a su hija en la parte alta, amarrada de uno de los postes que sostenían el techo y con el cabello en la cara, parecía estar desmayada. La imagen lo impresiono, pero rápido se movió a intentar sacarla de aquella situación.

Sandra vio el cuerpo destrozado de la mujer de Andrés.- ¡Dios, pero que ha hecho este imbécil, ahora si está metido en un verdadero lió!- En ese momento alguien paso corriendo por fuera de la habitación y la reacción de Sandra fue inmediata. Salió de la habitación y solo alcanzo a ver una larga cabellera castaña. Lo primero que pensó Sandra, fue que era la hija de Andrés, que se había salvado porque se había mantenido escondida en algún lugar del segundo piso, así que salió corriendo para intentar detenerla y protegerla, pues sabía que Andrés aun rondaba el lugar. Escucho que la puerta trasera azoto con fuerza y salió ella también por ahí. Cuando se paro afuera, vio como una mujer se metía entre los arbustos y matorrales, y corrió tras de ella. – ¡Diablos!- Dijo Sandra entre dientes y corriendo hacia ella.

Andrés comenzó a subir por la escalera de madera que el mismo había construido. – Tranquila hija, no pasa nada, ya está aquí papa para ayudarte.- En ese momento el llanto de la niña se dejo escuchar, aunque muy bajo, pero lo suficientemente alto como para ponerle la piel de gallina a su padre. Andrés apresuro el paso y se postro tras ella y comenzó a deshacer el nudo. De pronto las cuerdas cayeron al suelo, sin siquiera haber hecho algún movimiento. Andrés levando la mirada y era justo lo que el sospechaba, no era su hija sino la mujer. – Andy, Andy, Andy! ¿Me crees tan estúpida como para dejarte así como así lo que más quería? Me sorprendes Andrés.- Andrés comenzó a retroceder poco a poco, y tropezó una o dos veces antes de perder por completo el balance. – ¿Donde está?, ¡Dime donde esta!- Grito Andrés desde el suelo. –No te preocupes por ella, ella está en un lugar seguro. No le pasara nada, no al menos hasta que por fin le quite su alma para vivir yo en su cuerpo.- Dijo la mujer al mismo tiempo que dejaba ver una sonrisa demoníaca. – ¿Porque yo, porque ella, porque mataste a mi esposa, ella no tenía nada que ver en el asunto?- Andrés se levanto bruscamente. – ¿Porque a ti?, porque tú te ofreciste- dijo la mujer antes de que Andrés la interrumpiera gritando.- ¡Estaba Ebrio!- Tal vez, pero un trato es un trato y tu mujer solo me estorbaba así que tuviste que matarla. – ¿De qué Rayos estás hablando?- ¿En serio crees que yo pude haber tomado ese cuchillo que traes en la mano y matarla? Andrés miro su mano derecha con asombro y vio que aun goteaba sangre, cuando levanto de nuevo la cabeza la mujer había levantado las mano y ahora intentaba empujarle. De la impresión Andrés trato de quitarse pero resbalo y cayó sobre la ventana que daba a la parte trasera del granero. Quebró el vidrio y cayó sobre un montón de paja que por surte había dejado apilado ahí hacia ya unos días. Mientras trataba de recobrar fuerza, Andrés escucho unos disparos a lo lejos.

Sandra se internaba cada vez más en el bosque, y por más que gritaba la niña no aparecía. Hacia todos lados apuntaba con su lámpara y no veía absolutamente nada. – ¡Emily!..Emily!..¡Sal hija, soy el agente Lombardi, no te voy a hacer nada, vengo a protegerte!...- De pronto, algo se movió tras unos arbustos, Sandra volteo rápidamente y apunto con la lámpara y vio como aun se movía. Camino poco a poco hacia el arbusto y logro escuchar un llanto. – Sal Emily, no pasa nada, atraparemos a tu padre y no te va a hacer daño.- Sandra vio la cabeza de la niña por entre las ramas y comenzó a abrir paso.

-Ven, dame la mano- Le dijo Sandra extendiendo su brazo. La niña la miro fijamente a los ojos y Sandra sintió por un momento un escalofrió que le sacudió hasta los pies. Aun y con esto, Sandra no dejo de extenderle la mano a la niña. Cuando logro alcanzarla la jalo hacia ella y le acaricio la cabeza, la niña le quedaba a la altura de el estomago y la recargo ahí. Sandra escucho cuando unos pasos, los identifico de inmediato por el tronar de las hojas secas que estaban tiradas por todas partes. Logro identificar de que dirección provenían las pisadas y nuevamente desenfundo su arma y coloco a la niña tras de sí. Era una mujer, con un gran perro negro. El perro aparentaba tener rabia, el espuma blanco que le brotaba de su dentadura amarillenta, -que más que dentadura, parecía una sierra eléctrica- lo dejaba ver. – ¿Quién es usted, identifíquese?- Pregunto Sandra al tiempo que se tambaleaba de un lado a otro con la pistola tomada entre las dos manos. La mujer no le contesto y comenzó a caminar hacia ella y el perro se movía como arrastrando los pies pero penetrando con la mirada a Sandra. – ¡Alto!, ni un paso más o disparo. ¡Soy oficial de policía y estoy autorizada!- La mujer sonrió y miro a su perro, el perro en el acto soltó un último gruñido y se abalanzo sobre Sandra. Sandra reacciono empujando a la niña hacia atrás y disparo dos veces, pero al perro no pareció importarle puesto que solo detuvo el ataque pero aun estaba en posición de hacerlo. Sandra noto que la mujer había desaparecido cuando quito la mirada del perro. Busco tentar con la mano a la niña, para saber si aun estaba ahí tras de ella, pero no la sintió. Sandra comenzó a caminar hacia tras para lograr esconderse entre las ramas del perro y lo logro.

Andrés se levanto camino hasta ver la patrulla, le surgió la idea de que tal vez el agente trajera consigo un arma de respaldo en la patrulla, así que fue hacia ella y comenzó a buscarla. Solo metió medio cuerpo por la ventana de la patrulla y después de revolver un poco las cosas y mover los asientos encontró un revolver con dos balas. – ¡Perfecto!- Dijo Andrés con voz triunfante. - ¿Crees que con eso es suficiente para acabar conmigo Andrés, aun no entiendes que yo no puedo morir?-. Dijo la mujer que apareció tras la casa y con la niña en tomada de la mano. – ¡Calla maldita perra, calla! ¡Déjame en paz, deja a mi hija, déjame en paz!- Andrés levanto el revólver y cargo el arma. – Andrés desperdicias tu tiempo, en este momento deberías saber que hay policías en camino y cuando sepan que tu esposa está muerta y tu hija desaparecida te encerraran y pasaras ahí el resto de tu miserable vida. Al menos hasta que yo pueda ir por ti y encargarme de que mueras lo más rápido posible.- La mujer sonrió y a Andrés le pareció una sonrisa enferma y sin pensarlo apunto a la cabeza de la mujer y disparo las dos balas. La mujer cayó al piso y Andrés corrió a tomar a su hija.

Una vez detrás de las ramas, Sandra intento buscar a la niña y huir lo más rápido del perro. Comenzó a sacar conclusiones primero pensó en un posible secuestro y después pensó en Andrés, pensó que tal vez el tendría un amante y ya no quisiera estar con la mujer que se había casado, la misma que había visto muerta en el cuarto. Concluyo que tal vez él o ella la hubiesen destripado y ahora intentaran llevarse a la niña consigo o matarla para comenzar una nueva vida. Sandra había visto muchos casos así, no solo en el tiempo como policía, sino en programas de televisión y le parecía realmente una barbaridad. Corrió de nuevo hasta la casa de Andrés, sabia de algún modo que ahí deberían estar ambos con la niña o mínimo sabría si se habían dado a la fuga en la camioneta y así sería más fácil localizarlos. Sandra se acerco poco a poco a la casa, llevaba el arma preparada. Se para de espaldas a la pared lateral de la casa y comenzó a moverse hasta llegara a ver la camioneta. Se sintió aliviada, pues sabía que en cualquier momento llegarían los refuerzos. Cuando al fin logro ver su patrulla vio que la tortea estaba encendida y frente al coche estaba la mujer que había visto dentro del coche. – Se armo de valor y salió apuntándole con el arma. – Alto ahí. ¡No se mueva!, no sé qué rayos este pasando aquí pero ya me canse de sus jueguitos, suelte ahora mismo a la niña. ¡Además queda bajo arresto por la posesión de un animal peligroso y por permitir que atacara a un oficial de policía!- Sandra apuntaba hacia ella, la mujer no se movía. En ese momento se escucharon las sirenas sonando muy cerca. La mujer levanto su brazo derecho y con él un arma. Sandra sintió ese escalofrió de nuevo además de un ardor en el hombro como si le hubiesen clavado una estaca, y al ver que la mujer apretaba poco a poco el gatillo, Sandra disparo sin siquiera pensarlo.

Al llegar la policía, encontraron el cuerpo de la señora Katia en la primera habitación del segundo piso de la casa al igual que el cuerpo de Andrés Torres con un impacto de bala en la cabeza y a la oficial de policía Sandra Lombardi con un impacto en el hombro derecho y uno más en la cabeza. Los investigadores buscaron a la niña que aparecía en las fotografías de la sala pero nunca encontraron rastros de ella. El caso se cerró y fue enviado a los archivos muertos por falta de pruebas. Pues la mujer en la recamara presentaba un desgarramiento interno que de ningún modo pudo haber hecho Andrés, aun y que lo llamaron el responsable de aquel acontecimiento. La policía también encontró un cuchillo en el granero y aunque tenía sangre de la mujer de Andrés, no presentaba los rasgos necesarios para relacionarlo con las marcas internas del cuerpo.

Orlando G.

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