sábado, 12 de diciembre de 2009

Archivo 019 El Demonio

Luces parpadeaban intermitentemente por las ventanas, las ruedas chillaban al girar sobre las vías y el mismo vagón se agitaba por la resistencia al dar la vuelta en aquel túnel que parecía eterno. El espacio era grande, pero se encontraba casi vació porque la siguiente estación era la terminal. Se escucho un pitido y las puertas del vagón se cerraron y el tren comenzó a moverse de nuevo. En uno de los extremos se encontraba una señora de la tercera edad con lentes tal vez de la era de la inquisición, a mediación un hombre casi calvo pero joven vestía de corbata y frente a él un hombre como de treinta años de edad, el pelo le cubría el rostro y su vestimenta era completamente negra. De pronto se escucho un ruido, como un golpe fuerte, el tren se detuvo casi en el instante dejandolo en una oscuridad absoluta.

El tren se componía de dos vagones, el primero con un poco mas de gente la cual había observado la anciana cuando vio pasar el tren en la estación donde lo abordo. La luz no regreso y aunque tardaron un poco las luces rojas de emergencia se encendieron devolviéndoles un poco de visibilidad a los ocupantes. La anciana se asomaba por el vidrio de enfrente, el que daba al otro vagón, intentando ver a la gente mirando a todos lados y al que parecía ser el operador del tren, de pronto se escucho por el altavoz. -Estimados pasajeros, lamento informarles que por fallas en un sector de la carga eléctrica nos hemos quedado varados aquí, según he escuchado por medio de la radio el jefe de vigilancia y junto a protección civil entre otras dependencias ya han puesto manos a la obra y es muy probable que pronto vengan a ayudarnos a salir de aquí, ante todo les pido calma y por favor no se levanten de sus lugares, si tengo nuevas noticias prometo avisarles- La silueta del hombre regreso dentro de lo que sería la cabina, mucha gente del vago vecino continuaba parada. El hombre calvo se encontraba inclinado hacia adelante pero permanecía sentado, las manos le sudaban frotándolas una con la otra y se había desabrochado los dos últimos botones de la camisa aflojando un poco la corbata. - Maldita sea!- murmuraba, mientras la anciana lo veía con esos aires de desaprobación que es común en las mujeres de avanzada edad, pero incluso esta mujer veía de manera asqueada al hombre que vestía de negro, el cual desde que el tren se había detenido no había movido ni un solo musculo.

Habían pasado algunas horas, el hombre calvo se había quitado la corbata y caminaba de un lado a otro. La anciana mantenía su posición y había puesto las cosas que traía en el lugar de enseguida el hombre de negro seguía sin moverse. De pronto en el techo comenzaron a oírse pequeños golpeteos. -¿Que fue eso?- pregunto al aire el hombre calvo. - Cálmate hijo, ha de ser algunas gotas de agua, es común a esta distocia de la superficie.- dijo la mujer anciana. -Discúlpeme señora, es que soy un poco claustrofóbico, no del todo pero si me pone nervioso.- La señora torció la boca. - no tienes de que preocuparte, mira, no tardan en llegar por nosotros, no sacaran en un santiamén, solo ten paciencia.- el hombre se frotaba la cabeza y la secaba con un pequeño pedazo de tela.

El hombre calvo se sentó de nuevo. -Me llamo Julio, ¿y usted?- -Yo me llamo Martha- dijo la señora casi susurrándole el nombre, como si no quisiera que el hombre de negro escuchara. En ese momento, un golpe fuerte sacudió al vagón, se escucharon unos pasos en el techo y después nada. -¿Que ha sido eso?- pregunto de nuevo Julio. No había terminado de preguntar cuando el grito de una mujer en el otro vagón lo interrumpió. -¡Dios mío!- Julio se levanto de su lugar y avanzo hasta la ventana que daba al otro vagón. Solo se veían siluetas de un lado a otro y el vagón se estremecía, La anciana habia dejado caer su bolsa hasta el suelo y temblaba del panico, Julio solo se secaba el sudor sin dejar de mirar la ventana. El hombre de negro inmutado, solido, sin movimiento aun.

De un momento a otro se había dejado de escuchar ruido, Julio se acerco a la ventana hasta casi pegar su nariz a ella, de pronto algo rompió el cristal entrando como una piedra y empujándolo. Cuando Julio reacciono, estaba tirado de espalda al suelo y con él, el cuerpo de lo que parecía una mujer, se la quito de encima haciendo rodar el cuerpo hasta quedar con la mejilla izquierda besando el suelo. Pasaron mil imágenes por la cabeza de Julio, no sabía que pensar, miraba a la anciana y miraba al hombre de negro, miraba la ventana rota y los trozos de vidrio que había en el suelo, no encontraba explicación a lo que veía. Era claro que lo que le había caído encima era una mujer, por el pelo largo y el vestido floreado, tal vez ni siquiera rebasaba los veinticinco años de edad pero su vida había terminado de una manera horrorosa, Julio ya solo se enfocaba a su cara, algún enfermo psicópata le había arrancado el rostro, ahora eran solo huesos y sangre, uno de los ojos colgaba desde la cuenca mientras que el otro solo mostraba señas de haber sido arrancado también brutalmente. De pronto el cuerpo comenzó a convulsionar. - ¿¡Que te ha pasado hija!?- se acerco la anciana al cuerpo de la mujer, cuando logro verla bien se llevo la mano al pecho y empezó a respirar hondo, Julio apoyado en el piso con sus codos miro al hombre de negro. - ¡Has algo imbécil!, ¿o te piensas quedar así?- el hombre de negro lo miro. -Es inútil, todo lo que hagas será en vano- Julio confundido lo observaba, no sabía si sentía odio hacia el o solo era la situación tan extraña en la que estaban. - Pues no me interesa- Julio se levanto y fue hasta el final del vagón, intento abrir la salida de emergencia pero estaba atorada, mientras que en el otro vagón se escuchaba ruido. Julio regreso la mirada hacia la ventana, algo lo observaba y sabia que no era algo bueno, la silueta oscura le dejaba ver una especie de picos en lo que serian los hombros y en la cabeza, pero lo más espeluznante eran sus ojos de color naranja y rojo, parecía que tenia fuego en ellos. Julio se había quedado paralizado, no sabía que mas hacer, sabía que no podrían salir de ahí. El demonio entro por la ventana, las luces rojas de emergencia dejaban ver sus mandíbulas descuadradas, babeantes, y hacían que pareciera que tenia mil dientes, los cuernos se le enroscaban y quedaban hacia el frente de su rostro, la lengua larga como de serpiente y escurriendo líquidos que desde donde estaba Julio parecía sangre, tal vez de su ultima víctima, la mujer que aun convulsionaba. Julio estaba paralizado el sudor le corría por la frente y le bajaba por el cuello hasta llegar al pecho donde una mancha inmensa hacia que se le pegara la camisa. La anciana estaba temerosa en el rincón y el hombre de negro continuaba sentado en el mismo lugar, el demonio tomo con por el cuello al hombre de negro. -¡Llévame contigo Satanás, se que eres tú, me ofrezco a tu nombre!- Dijo aquel hombre justo antes de que el demonio le arrancara la cabeza de un solo tajo y aventara su cuerpo contra una de las ventanas. Julio reacciono al instante corriendo hasta ella y salto, pagándose en la espalda al caer.

Se levanto de inmediato, pensó que había sido un egoísta por dejar a la anciana pero en ese momento solo podía pensar en salvarse él. Corrió sin rumbo siguiendo los rieles, escucho gritar a la anciana pero la adrenalina de sus piernas y en su mente se repetía “¡No te detengas!”. Empezó a escuchar un murmullo, además de varias sirenas, incluso alcanzo a ver la franja de luz roja de una de ellas. El cansancio hacia lo suyo, las piernas estaban fallándole y en su mente no podía comprender lo que había pasado. Se desvaneció justo antes de llegar a la estación, cayendo tendido entre los rieles.

La mañana del 15 de diciembre del 2007, se dio a conocer la noticia pública de que dos vagones del metro subterráneo habían quedado varados después de un apagón a causa de un accidente automovilístico que había afectado una de las fuentes de poder. Detrás de todo aquello, la noticia no difundida había quedado guardada en los archivos muertos. Los vagones estaban completamente destrozados, la policía local y protección civil no daba crédito a lo que habían encontrado en aquellos pedazos de fierro retorcidos, los cuerpos hallados en aquel suceso no tenían rostro e incluso uno de ellos había sido degollado. Algunos metros más adelante estaban lo que pudo haber sido un cuerpo de un hombre de entre treinta y treinta y cinco años de edad, estaba boca abajo pero había sido atacado por la espalda sacando todos sus intestinos por el enorme boquete, el cuerpo estaba completamente limpio de órganos. Una anciana había sido sorprendida rondando el lugar, dijo llamarse Martha Urdiales, cuando la entrevistaron solo dijo que ella no sabía nada de lo sucedido, mas sin embargo los agentes federales que investigaron el caso no concordaban en que esto fuera cierto ya que según testigos la vieron salir caminando por las escaleras de la estación terminal, incluso había quienes decían que una sombra negra la acompañaba, el caso no ha sido resuelto.

Orlando G.

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