sábado, 12 de diciembre de 2009

Archivo 020 El Autobus

“-Pasajeros con destino a Monterrey, favor de abordar la unidad numero 1175 por el carril catorce...-” La bocina interrumpió el murmullo de la gente, era la voz de una mujer que anunciaba las salidas de autobuses mientras que Rafael Garza había tomado sus maletas y se encaminaba hasta la puerta de salida, su autobús acababa de ser anunciado y quería subirse lo antes posible. La salida seria aproximadamente a las ocho de la noche. Rafael había guardado su equipaje en la parte baja del autobús y solo había traído consigo una pequeña mochila donde traía “lo indispensable” como llamaba el a un montón de papeles arrugados, una vieja libreta, un reproductor de música y una navaja que le había regalado su papa la navidad en que había decidido ser un “boy-scout”, por mas ridículo que pareciera. También traía un comic y una galleta integral que había comprado justo antes de llegar a la central.

El día estaba algo nublado y se respiraba ya el aroma a humedad, el motor se oía ronronear y las luces reflejaban en la puerta de salida. Tomo sus audífonos y corrió la cortina, afuera la gente hacía fila para dejar sus maletas y otras tantas para subir al autobús. Dieron las ocho con diez y el chofer subió con su elegante sombrero, camino entre los asientos y meneaba el dedo de un lado al otro mientras murmuraba algo, al llegar al final del pasillo dijo “15”, supuso que eran los pasajeros lo que contaba. El chofer regreso al frente y tomo el micrófono. “Estimados pasa...” Rafael interrumpió el mensaje de bienvenida subiendo el volumen de sus audífonos, y se le antojaba algo chistoso verlo mover la boca pero sin escuchar lo que decía. De pronto el chofer se sentó en su lugar y el camión comenzó a moverse. La unidad se ladeaba de un lado a otro y por un momento Rafael pensó que volcarían, luego sonrió concluyendo que era algo estúpido.

Justo antes de salir el autobús se detuvo, el chofer salió de la unidad y camino hasta una pequeña caseta, hablo algo con un hombre que estaba dentro, aparentemente discutían algo, el hombre meneaba la cabeza y el chofer hizo una señal de desprecio con la mano y regreso al autobús. Al salir el hombre de la caseta veía el autobús con los brazos cruzados.

La ciudad lucia preciosa antes de salir, una pequeña briza se había soltado y el piso brillaba por las luces de los lugares y es que Rafael era afecto de ir a Nuevo Laredo a ver a su tía en las vacaciones. Tras veinte o treinta minutos esas luces habían quedado atrás, y ahora todo era carretera, automóviles, tráileres, autobuses iban y venían. De un momento a otro, el autobús comenzó a bajar la velocidad, y de pronto hizo un alto total. Rafael se levanto de su asiento asomando la cabeza mientras la mitad de los pasajeros dormían. Un hombre se levanto del último asiento y camino hasta el frente. -¿Que sucede?, ¿Porque detienes el camión?- -Disculpe señor, lo que pasa es que comenzó a fallar y no quiso acelerar, pero no se preocupe, ya me ha pasado otras veces, es solo cuestión de dejarlo enfriar un poco y de nuevo arrancara- contesto el chofer. El hombre miro su reloj. -¿Y cuanto tiempo se requiere?- El chofer miro el tablero del camión. -Pues vera yo creo que entre cinco y diez minutos- El hombre volvió a ver su reloj. -Voy tarde, más vale que lo soluciones.- El hombre regreso hasta su asiento molesto.

Habían pasado ya quince minutos y seguían parados a la orilla de la carretera, la intensidad de la lluvia había aumentado hasta el punto de ver una cortina blanca afuera. El chofer dio vuelta a la llave y la maquina patino dos o tres veces, después de eso volvió a dejar oír su rugido. Prendió las luces delanteras y se incorporo de nuevo al carril.

Avanzaron así tal vez dos o tres kilómetros, luego comenzó a tironearse de nuevo pero esta vez no pudo controlarlo y perdió el control de la unidad, dio varios derrapes hasta que el peso de la cola le gano acostando el autobús y haciéndolo arrastrarse algunos metros hasta chocar con la barra de contención, la cual no resistió mucho y los dejo caer por una empinada bajada entre los cerros. El autobús dio varias vueltas y los pasajeros volaban en todas direcciones, los cristales crujían y saltaban, grandes, chicos y algunos más como polvo, las cosas de todos rodaban el agua entraba por las ventanas y las ramas de los arbustos, matorrales y arboles que había se quebraban al paso de la pesada caja. Rafael se aferraba al asiento, pero las vueltas lo hacían que rodara por todas partes, su mochila salió volando junto a una señora que había estado en el asiento de enfrente. Después de ver eso algo le pego en la cabeza y lo noqueo.

Rafael abrió los ojos, estaba tirado de espaldas al vidrio del autobús y tenia de frente a su asiento, una mano estaba apoyada en su pecho, sentía el cuerpo dormido, pensó que debería estar feliz por estar vivo, pero también lo angustiaba saber que tenía el cuerpo roto en mil pedazos. La lluvia había cesado un poco y algunas gotas entraban hasta el camión, incluso habían hecho ya algunos charcos. Veía como entraban gotas y le pegaban algunas en la cara, pensó que ese era el fin, que jamás lo hallarían allá abajo y mucho menos si la lluvia no bajaba al grado de que fuera visible el enorme boquete que había dejado en la barra de contención. De pronto escucho una voz. -¿Hay alguien más con vida?-. Rafael sintió el cuerpo caliente y a la vez frio, el corazón le bombeaba tal vez un poco más de lo que debería sentir una persona en aquella situación. -¡Yo!- grito otra voz desde el fondo del camión. -¿Te puedes parar?- pregunto la primera voz. La segunda voz tardo un poco en contestar pero titubeo en decir que si al final de cuentas. -Ayúdame, tengo algo encima y no puedo quitármelo-. Rafael vio caminar una silueta ante él. Después de un rato esas dos personas caminaban entre los escombros moviendo a la gente, algunos soltaban un gemido y algunos otros gritaban del dolor. Rafael esperaba a que se acercaran a él. -Hijo, ¿estás bien?- Rafael solo parpadeaba. -Hay que pensar cómo salir de aquí- Dijo la voz del primer hombre. Rafael sintió un olor extraño e intento moverse, logrando mover un brazo. -Huele a gasolina- Dijo la segunda voz. -Hay que apurarnos- Dijo el primer hombre. Comenzaron a levantar cuerpos y uno de los hombres subió hasta la ventana y se apoyo en el costado del autobús. Se asomaba por ahí para jalar a la gente que el otro hombre le pasaba y algunos otros con su propia fuerza salían de ahí. -¡Creo que algo se quema, hay que salir ya, esto va explotar!- Rafael sintió de nuevo esa sensación de desesperación e hizo un último esfuerzo, logro levantarse y salto por la ventana, La gente de afuera caminaba lo mas raido que podían algunos otros se arrastraban por el suelo y otros jalaban a las personas tiradas. No todos habían salido algunos se quedaron dentro cuando el camión colapso. La explosión fue fuerte, tan fuerte que si había alguien arriba lo debió haber visto pensó Rafael. Para su mala suerte no había sido así.

Se encontraban un total de siete personas, refugiados bajo un árbol, mal heridos y desorientados. El fuego del autobús se estaba extinguiendo por la lluvia y con ello la esperanza. Uno de los hombres, (Rafael pensaba que había sido el primero en hablar), miraba hacia arriba, por donde habían caído. -Se que suena estúpido, pero creo que podemos llegar hasta allá y pedir auxilio, podemos ir dos, los que estemos en mejor condiciones y hacerlo.- se hizo una pausa. - Yo iré contigo- Contesto el otro hombre que cuando Rafael logro ver su rostro supo que había sido el señor que se había molestado con el chofer.

El tiempo parecía eterno, los hombres se habían ido y tal vez solo llevaban veinte minutos. Rafael se mantenía sentado en el suelo y se presionaba el estomago, sentía humedad pero no quería saber lo que le había pasado, así que solo se limitaba a mantener la mano ahí. La lluvia había cesado pero había dejado una densa neblina y el cielo se había perdido. Rafael se levanto y camino casi cerca del autobús, miraba hacia arriba, quería saber si había señal de los hombres aquellos, de pronto, vio que algo se movía entre los fierros retorcidos y lo observaba, era una silueta, como la de un hombre, Rafael lo miraba y no daba crédito. -¿Ven eso de allá?- señalaba Rafael con el dedo índice mientras sentía un pequeño calambre en el estomago. Una señora que estaba en el suelo con la pierna rota pregunto qué a que se refería. La silueta se tiro al suelo y se levanto, comenzó a caminar hacia donde estaban todos, la gente se panico y los que pudieron corrieron, Rafael intento levantar a la señora pero no podía, en aquel momento era cuando mas odiaba ser un maldito boy-scout. La silueta se paro frente a ellos, el mantenía a la señora por las axilas, ella soltó un grito de desesperación y termino por desmayarse, la silueta había pasado de ser solo eso y se había convertido en ser algo negro con forma de hombre, pero sin cara, sin rasgos. La cosa hombre se abalanzo sobre la mujer arrancándole la pierna rota, después la otra y así poco a poco comenzó a devorarla, Rafael la soltó y corrió lo mas rápido que pudo, tropezó y se levanto, el dolor del estomago se había intensificado pero ya por la adrenalina ni lo notaba. Se perdió entre los árboles y más adelante volvió a caer.

Se dio la vuelta y quedo de espaldas, veía por donde había venido y pensó que se había alejado lo suficiente. Lo que lo había hecho tropezar era el cuerpo de alguien y de la impresión se arrastro lo mas que pudo alejándose de él. Los gritos a lo lejos no dejaban de escucharse, sabía que la cosa hombre seguía ahí y los buscaba a todos, lo cual lo hizo tomar de nuevo fuerzas y se levanto. El reloj marcaba las dos treinta de la mañana, el agotamiento y el dolor se estaban sintiendo más intensos, mas sin embargo Rafael por su parte, había encontrado la manera de mantener la calma y a pesar de la neblina creía que no seria difícil llegar a la cima. Se detuvo a descansar, respiraba el aire helado, mientras unas hojas secas crujían detrás de él. Dio media vuelta para ver lo que era y ahí estaba la cosa hombre, parado tras un árbol. Rafael sintió como la piel se le enchinaba las plantas que estaban a su alrededor se marchitaban tomando un color negro intenso. Rafael lo veía pero no podía moverse, el miedo lo había dejado congelado. Un hombre apareció de entre la maleza justo enfrente de la cosa hombre y esta se abalanzo sobre de él, era el hombre que había discutido con el chofer, Rafael aprovecho la oportunidad y se hecho a correr colina arriba entre ramas con espinas y arbustos muy densos resbalo en varias ocasiones pero sin darse cuenta llego a la cima.

Al llegar arriba vio un autobús volcado sobre la carretera con las luces traseras encendidas, al llegar vio al chofer, estaba al frente del autobús, tenía el rostro sangrado y lloraba mientras golpeaba una y otra vez la cabeza contra el vidrio estrellado, en su mano portaba un arma y sin pensarlo la coloco en su boca, presiono el gatillo y el cuerpo cayo de golpe al suelo. Rafael se acerco a mirarlo pero el hombre aun se movía, se puso de pie y se podía ver atreves de su cabeza, el hombre lloraba. Rafael se puso a temblar y dio dos pasos atrás, la cosa hombre apareció tras el hombre y lo devoro poco a poco. Rafael intento correr pero ya era un poco tarde.

La madrugada del diecisiete de julio, fue hallado a mitad de la carretera el autobús número 1175 con destino a Monterrey completamente destrozado, aparentemente el chofer perdió el control y terminaron volcándose por una falla mecánica. Según los forenses todos los pasajeros murieron en el instante, a excepción del chofer quien había vivido lo suficiente como para salir del autobús y al ver lo que había hecho prefirió suicidarse con un arma. Las investigaciones indicaban que Sergio Vázquez, el chofer, había sido despedido aquella noche y que ese era su último viaje.

Orlando G.

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